Psicología de un aficionado 'ultra'






‘Hooligans’ en Inglaterra, ‘barras bravas’ en Latinoamérica, ‘tifosi’ en Italia, ‘ultras’ en España…. Diversas denominaciones según su lugar de origen, pero salvo algunas pequeñas diferencias, todos vienen a representar lo mismo: individuos, excluidos del sistema, que se cobijan bajo grupos de animación relacionados con equipos de fútbol para sentirse aceptados.
Por desgracia muchos clubes, ya sea por miedo a enfrentarse a ellos o por garantizarse un grupo de apoyo incondicional, se someten a sus exigencias y les dan cabida dentro de los estadios , dándoles privilegios respecto al resto de aficionados.
La semana pasada el fenómeno ultra volvió a la actualidad (realmente nunca fue, pero sólo nos acordamos cuando suceden estas cosas), ya que en la previa del partido de Copa del Rey entre Atlético Madrid y Sevilla, un hincha colchonero fue herido grave al recibir tres puñaladas.
La sociedad se pregunta, ¿cómo son estas personas? ¿Cómo pueden llegar a ejercer este grado de violencia?
Son muchos los trabajos que desde la psicología han relacionado violencia y deporte, y más concretamente el fenómeno de los grupos ultras. Si tuviéramos que definir un perfil del ultra este sería el de un varón, joven, con baja autoestima, inseguro, con una imagen distorsionada de la realidad, que canaliza, a través de su afición al fútbol, su deseo de sentirse aceptado y refugiarse dentro de un grupo.
Frecuentemente estas personas, que suelen presentar problemas de autocontrol, carecen de un fuerte sistema de valores y acaban encaminando sus inseguridades y frustraciones en actos de violencia. Los actos violentos liberan en el cerebro las hormonas adrenalina y oxitocina, provocando un efecto adictivo. Por lo tanto, es probable que estas conductas se repitan.
Estos grupos son un caldo de cultivo perfecto para ideologías de extrema derecha, donde el radicalismo y la violencia (ya sea planificada o de manera espontánea) les hacen ir adquiriendo mayor status dentro de la organización.
A menudo, las conductas de los ultras se asocian con síntomas como la falta de empatía, impulsividad, agresividad, hostilidad, irritabilidad, agitación, problemas con la ley y tendencia al consumo de drogas y alcohol (es conocido que el abuso de alcohol y drogas afecta al lóbulo frontal del cerebro, responsable de procesos cognitivos complejos como el autocontrol, la aceptación de límites y normas sociales). En psiquiatría, estos síntomas son propios de un trastorno antisocial de la personalidad (TDA).
Normalmente, los sujetos con este trastorno no admiten que están ante un problema que debe ser tratado y solamente ante un estímulo externo como pueda ser la familia o la justicia les hace aceptar dicha condición. Como tratamiento, desde la psicología se sugiere las terapias de grupo y las de restructuración cognitiva como opciones para contribuir a alterar los patrones problemáticos de pensamiento y para hacer entender al sujeto que puede interactuar con los demás sin necesidad de violencia o desprecio.

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